Estoy en mi cama
y veo dibujarse las figuras
de una mujer desnuda y una computadora.
Otra mujer entra con los cabellos blancos
y un antifaz de zorra.
El silencio se enreda en los tilos
de un camino que conduce al placard
donde están mis polillas.
Una cigüeña deja un recién nacido en mis brazos.
La mujer zorra se lleva al recién nacido
y entre mis brazos florece una magnolia.
La mujer desnuda me despoja de la flor
y se la ofrece a la computadora.
Un ser invisible juega a la rayuela
cerca de la ventana.
Un gorrión oficialista hembra
se sienta sobre los bigotes de un gato amarillo.
Una tía entra preguntando de quién es tía.
La cigüeña y el gorrión cantan, a dúo,
un solo de calandria.
Mi mano derecha cambia de sitio con la izquierda
y paso a ser diestro por un rato.
El ser invisible, luego de contemplarse en el espejo,
baila con los senos de la mujer desnuda
un pasodoble triple.
Mi cerebro soluciona
Mi médico me visita por teléfono
y me dice que me siento mal
porque estoy bien.
Una paloma cruza por mi ángulo de visión.
El filo del silencio ha cortado la punta de mi dedo
Y le pongo una curita de música barroca.
Los ojos de la mujer zorra se miran a sí mismos.
Mi pullover importado sufre un ataque de epilepsia
y es atendido por una percha criolla.
El recién nacido mira la sombra de los días.
Los árboles pintanuna arboleda otoñal.
La tía opina que ahora hay más.
La mujer desnuda entra en mi cama.
La computadora huele a magnolia
Jorge Luis Estrella
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