Sea breve la llama que nos une.
Sea finita nuestra distancia.
Que el orden que nos retiene
crezca en los filos de mi talón
hasta herir.
Es tanta la maldad del mundo,
tan imperdonables sus torpezas.
Seamos la excepción:
busquemos la belleza
del golpe certero,
la agonía justa,
la fluida música
de una voz que se apaga
por siempre.
No, no detengas el fin.
Por esta vez, seamos libres,
y en la muerte ansiada
los dos hallaremos
noches distintas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario