De vez en cuando un nudo en las cuerdas vocales
Restos de un misil en las entrañas de los ojos
Coserse las heridas con un hilo tristísimo.
Fijar la mirada en el retrovisor del pasado
y quedar con la boca mordida por un perro
con cicatrices donde nadie hubiera imaginado pozos.
Si pudiera dejarme sobre la mesa
como dejo una llave,
enterrarme en la tierra de las plantas.
Si pudiera llamarme Juan
pero hay demasiados Juan
Uno que pide limosna, otro que pone la mesa,
otro que va a la guerra a lustrarse las heridas
o apoya su oído en la pared para sentir la música.
Si pudiera bañarme con la ropa puesta.
Arrancar la sangre eficazmente edificada.
De vez en cuando vivo en este castillo de arena
me revuelco en las extremidades de los días,
o caigo con un solo hueso hundido
o calco tu mano deshecha en la mía.
Si pudiera levantar el error como levanto una piedra,
llevar la piedra y el error hasta el río,
aunque no hay río en el desierto, que nada ha leído
de la piedra y éste error.
Abrirme por la espalda y rellenarme yo sola,
De pura loca ausente, de pura muerta perdida.
De vez en cuando la viga en el ojo.
Esto de quebrarse al ras como una uña al borde de la carne.
Esta es la culpa que todos miran y hablan de cerca
pero están lejos,
del otro lado del río y de lo trágico.
Si pudiera huir de a pedazos,
pero no soy una muñeca de trapo mordida por un perro
aunque sí me duelen las costuras con hilo tristísimo
y llevo la culpa que todos miran
aunque no pueda dejarla como dejo una llave.
Tampoco me llamo Juan,
pero a gritos lustro las heridas de guerra
y llevo un misil,
donde nadie hubiera imaginado pozos.
Laura García del Castaño (Córdoba, Argentina, 1979)
de La palabra sembrada, 2011
su BLOG
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