de leche tibia para el insomne
o tal vez que llueve mucho.
Me pasaría la tarde hablando
de cosas triviales
como decir arroz o harina
o qué bien huelen tus cabellos.
Si estuvieras aquí
tal vez, hasta me atrevería
a decir que te amo.
(*)
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¿Qué es lo que quieres que te diga
y adónde he de buscarte
coral de toda la esperanza terrestre
con que quiero aferrarme a tu presencia?
¿Qué voz es ésta que no escucho
desconocida en mí, de mí nacida,
qué voz es ésta y con qué labios
he de acallarla?
(*) extraídos de ALFORJA POESÍA
Es difícil conocer el corazón de un poeta.
A primera vista resulta fácil doblegarlo por la
vanidad,
ensalzarle y hasta aprenderse de memoria unas
cuantas líneas suyas.
Caminar a su lado y sostener el mar con la mirada
hablar de ciudades irreales,
adivinar su amor y sus costumbres,
su vida cotidiana, sus odios y rencores.
Penetrar el secreto de su técnica
llegar a sus orígenes.
Pero ¿quién, bajo la lluvia, es capaz, sabe realmente
cómo es por dentro ese cuerpo tembloroso, amoroso,
maldito, blasfemo o perseguido de un poeta?
VEN
Ayúdame a insertar mi corazón en la tapa de este libro
enciclopedia donde en cualquier momento puedo leerte
manual de fórmulas para ahuyentar la tristeza
ven
ayúdame a olvidarte
a no seguir buscando
la mirada que pusiste en mi rostro
cada minuto diferente
ayúdame a olvidar nuestra hermosa soledad
de animales en celo
si tú me ayudas
te prometo no salir a buscarte en los espejos
o en el fondo de la taza de té.
de El primer animal, 1986
Definitivamente no, señora mía,
usted no es la mujer que conviene a su marido.
Carece de imaginación
utiliza el gastado lenguaje de las mujeres de nuestros
abuelos.
Alterna las visitas a los supermercados con las telenovelas
y espera con la crema puesta la cuota semanaria del amor.
Y, sobre todo,
usted no sería capaz de compartir a su marido
como lo hago yo
tranquila y resignadamente con usted.
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