martes, 3 de mayo de 2011

Mea Culpa de Peter Handke

Vine al mundo.

Llegué a ser. Me engendraron. Me crearon. Me formé. Me dieron a luz. Me anotaron en el Registro Civil. Crecí.

Me movilicé. Movilicé partes de mi cuerpo. Moví mi cuerpo. Me movilicé en el mismo lugar. Me movilicé fuera de ese lugar. Me moví de un sitio a otro. Tuve que moverme. Pude moverme.

Moví mi boca. Comencé a pensar. Me hice notar. Grité. Hablé. Escuché ruidos. Noté diferencias entre ruidos. Provoqué ruidos. Emití sonidos. Emití tonos. Pude emitir tonos, ruidos y sonidos. Pude hablar. Pude gritar. Pude callar.

Comencé a ver. Volví a ver lo que había visto. Tomé conciencia. Reconocí lo que había visto. Reconocí lo que había vuelto a ver. Percibí. Percibí lo que ya había percibido. Tomé conciencia. Reconocí lo que había percibido.

Miré. Vi objetos. Miré los objetos señalados. Mostré los objetos señalados. Aprendí cuales eran los objetos señalados. Señalé los objetos señalados. Aprendí cuales eran los objetos no señalados. Aprendí. Retuve. Retuve las señales aprendidas. Vi las figuras señaladas. Designé con el mismo nombre a figuras parecidas. Marqué las diferencias entre figuras diferentes. Señalé a figuras ausentes. Aprendí a temer a figuras ausentes. Aprendí a añorar a figuras ausentes. Aprendí las palabras “añorar” y “temer”.

Aprendí. Aprendí las palabras. Aprendí los verbos. Aprendí la diferencia entre ser y haber sido. Aprendí los sustantivos. Aprendí la diferencia entre el singular y el plural. Aprendí los adverbios. Aprendí la diferencia entre acá y allá. Aprendí los demostrativos. Aprendí la diferencia entre este y aquel. Aprendí los adjetivos. Aprendí la diferencia entre bueno y malo. Aprendí los posesivos. Aprendí la diferencia entre mío y tuyo. Adquirí un vocabulario.

Me he convertido en sujeto de oraciones. Me he convertido en complemento de oraciones. Me he convertido en el sujeto y el complemento de oraciones principales y oraciones accesorias. Me he convertido en un mover de labios. Me he convertido en una serie de letras.

Dije mi nombre. Dije “yo”. Me arrastré en cuatro patas. Caminé. Corrí hacia algo. Huí de algo. Me incorporé. Dejé de ser pasivo. Me volví activo. Bajé al suelo casi en ángulo recto. Salté. Burlé la fuerza de gravedad. Aprendí a hacer mis necesidades sin ensuciarme la ropa. Aprendí a controlar mi cuerpo. Aprendí a dominarme.

Aprendí a poder. Pude. Quise poder. Pude caminar con las dos piernas. Pude caminar con las manos. Pude quedarme. Pude quedarme parado. Pude quedarme acostado. Pude arrastrarme con la panza. Pude hacerme el muerto. Pude contener la respiración. Pude haberme matado. Pude escupir. Pude afirmar con la cabeza. Pude negar con la cabeza. Pude hacer ademanes. Pude preguntar. Pude responder preguntas. Pude imitar. Pude seguir un ejemplo. Pude jugar. Pude hacer algo. Pude dejar de hacerlo. Pude destruir objetos. Pude comparar unos objetos con otros. Pude imaginarme objetos. Pude valorar objetos. Pude hablar con objetos. Pude hablar de objetos. Pude recordar objetos.

Viví en mi tiempo. Pensé en el principio y el fin. Pensé en mí. Pensé en otros. No seguí las leyes naturales. Dejé de actuar con naturalidad. Vine al encuentro de mi historia. Reconocí que no soy tu. Pude comunicar mi historia. Pude callar mi historia.

Pude desear algo. Pude no desearlo.

Me hice a mí mismo. Hice de mí lo que soy. Cambié. Me convertí en otro. Me hice responsable de mi historia. Me hice responsable de las historias ajenas. Me convertí en una historia entre los demás. Me adueñé del mundo. Me volví razonable.

Ya no debía obedecer sólo al instinto. Debería haber cumplido con reglas. Debería haber seguido las reglas tradicionales de la sociedad. Debería haber obrado. Debería no haberlo hecho. Debería haber consentido. Aprendí reglas. Como metáforas para las reglas aprendí sus excepciones. Aprendí reglas de conducta y de pensamiento. Aprendí reglas internas y externas. Aprendí reglas para cosas y para seres humanos. Aprendí reglas en general y en particular. Aprendí reglas para acá y para el más allá. Aprendí reglas para el aire, el agua, el fuego y la tierra. Aprendí las reglas y las excepciones a las reglas. Aprendí las reglas básicas y las derivadas. Aprendí mi deber. Me volví sociable.

Llegué a ser: debería... Aprendí a comer con mis propias manos: debería haber evitado ensuciarme. Aprendí a aceptar las conductas de los demás: debería haber evitado mis propias malas conductas. Aprendí a diferenciar el calor del frío: debería haber evitado jugar con fuego. Aprendí a diferenciar lo bueno de lo malo: debería haber evitado lo malo. Aprendí a jugar según las reglas del juego: debería haber evitado contravenir las reglas del juego. Aprendí a reconocer lo negativo de mis actos y actuar en consecuencia: debería haber evitado cometer malas acciones. Aprendí a utilizar mi sexualidad: debería haber evitado el abuso de mi sexualidad.

Me sometí a todas las reglas. Con mis datos personales fui anotado en los registros. Con mi alma fui manchado por el pecado original. Con mi número favorito fui incluido en el registro de jugadores. Con mis enfermedades fui anotado en ficheros. Con mi empresa fui inscripto en el Registro de Comercio. Con mis señas particulares fui identificado en los prontuarios.

Llegué a la mayoría de edad. Me volví apto para trabajar. Me volví apto para firmar contratos. Me volví apto para expresar un último deseo.

Desde un cierto instante pude haber pecado. Desde otro instante pude haber sido demandado por la justicia. En otro momento pude haber perdido el honor. En otro pude haberme comprometido a realizar una acción o no realizarla.

Cumplí con el deber de pagar multas, pagar indemnizaciones, pagar impuestos, tomar un empleo, hacer el servicio militar, ir a la escuela, vacunarme, preocuparme por alguien, pagar cuentas, ser indagado, recibir una educación, aportar pruebas, tomar un seguro, sacar el documento de identidad, mantener a alguien, declarar en juicio.

Llegué a ser. Llegué a ser responsable. Llegué a ser culpable. Llegué a ser disculpable. Tuve que expiar mis culpas. Tuve que expiar por mi pasado. Tuve que expiar por el pasado. Tuve que expiar por mi época. Vine al mundo solo con la época.

¿Qué exigencias de la época violé? ¿Qué exigencias de la razón violé? ¿Qué leyes secretas violé? ¿Qué esquema violé? ¿Qué leyes eternas del universo violé? ¿Qué leyes del más allá violé? ¿Qué leyes fundamentales del decoro violé? ¿Qué normas partidarias violé? ¿Qué leyes teatrales violé? ¿Qué intereses vitales violé? ¿Qué ley blanda violé? ¿Qué ley de la selva violé? ¿Qué mandamiento actual violé? ¿Qué leyes de la vida violé? ¿Qué reglas campesinas violé? ¿Qué reglas del amor violé? ¿Qué reglas de juego violé? ¿Qué reglas de la cosmética violé? ¿Qué reglas del arte violé? ¿Qué derechos del más fuerte violé? ¿Qué mandato del respeto violé? ¿Qué ley de los sin ley violé? ¿Qué anhelo de cambio violé? ¿Qué leyes para este mundo o el otro violé? ¿Qué reglas de la ortografía violé? ¿Qué derechos del pasado violé? ¿Qué leyes de la caída libre violé? ¿Violé las reglas, planes, ideas, postulados, principios, protocolos, estatutos, opiniones generales y fórmulas de todo el mundo?

Hice. Omití. Toleré. Me expresé. Me expresé a través de pensamientos. Me expresé a través de expresiones. Me expresé ante mí mismo. Me expresé ante mí mismo y ante los demás. Me expresé ante el poder impersonal de las leyes y las buenas costumbres. Me expresé ante el poder del mismísimo Dios.

Me expresé con movimientos. Me expresé con acciones. Me expresé con la inmovilidad. Me expresé con la pasividad.

Di a entender. Di a entender en cada una de mis expresiones. En cada una de mis expresiones di a entender una aceptación o un desprecio hacia las reglas.

Me expresé escupiendo. Me expresé gruñendo. Me expresé aplaudiendo. Me expresé haciendo mis necesidades. Me expresé tirando objetos inútiles o usados. Me expresé matando seres vivientes. Me expresé destruyendo objetos. Me expresé respirando. Me expresé transpirando. Me expresé moqueando y llorando.

Escupí. Escupí con puntería. Escupí apuntando a alguien. Escupí en el suelo, en lugares donde escupir en el suelo no quedaba bien. Escupí en lugares donde escupir era una contravención a las reglas de higiene. Escupí a la cara de personas a quienes escupirles era ofender a Dios. Escupí en objetos que escupirles era ofender a las personas. No escupí delante de personas a quienes escupirles delante trae suerte. No escupí delante de lisiados. No escupí delante de artistas antes de su salida a escena. No usé la salivadera. Escupí en salas de espera. Escupí contra el viento.

Aplaudí en lugares donde estaba prohibido aplaudir. Protesté en épocas en que protestar era inoportuno. Protesté y aplaudí en lugares y épocas en que tanto las protestas como los aplausos estaban mal vistos. No aplaudí en épocas en que los aplausos estaban bien vistos. Aplaudí ante una prueba muy difícil de un trapecista de circo. Aplaudí a destiempo.

Tiré cosas inservibles y usadas, en lugares donde tirarlas estaba prohibido. Dejé cosas en lugares donde dejarlas era pasible de multa. Descargué cosas en lugares donde era reprobable descargarlas. No entregué cosas donde era obligatorio entregarlas. Tiré cosas por la ventanilla de un tren en movimiento. No tiré desechos en el tacho de basura. Dejé desechos en el bosque. Tiré cigarrillos encendidos en el heno. No entregué a las autoridades volantes de aviones enemigos.

Me expresé a través del habla. Me expresé apropiándome objetos. Me expresé engendrando seres vivientes. Me expresé creando objetos. Me expresé mirando. Me expresé jugando. Me expresé caminando.

Caminé. Caminé sin rumbo. Caminé con rumbo fijo. Anduve por caminos. Anduve por caminos donde estaba prohibido pasar. No fui por caminos donde estaba permitido pasar. Caminé. Entré sin documento de identidad en lugares donde estaba prohibido entrar sin él. Salí de un territorio donde salir era subversivo. Manejé por calles a contramano. Me detuve, cuando detenerse no era correcto. No continué mi camino cuando había que hacerlo. Caminé despacio cuando había que ir ligero. No me levanté cuando había que levantarse. Me acosté en lugares prohibidos. Me quedé parado en medio de tumultos. Seguí de largo ante pedidos de ayuda. Retardé la marcha de fugitivos, al caminar lentamente por corredores angostos. Abrí la puerta del vagón antes de detenerse el tren. Salté de tranvías en movimiento.

Hablé. Me expresé. Dije lo que otros habían pensado. Sólo pensé lo que otros ya habían dicho. Expresé la opinión pública. Distorsioné la opinión pública. Hablé en lugares en los que era irrespetuoso hablar. Hablé en voz alta en lugares donde era desconsiderado hablar en voz alta. Hablé en voz baja en lugares donde se pedía hablar en voz alta. Me callé en tiempos en los que callar era vergonzoso. Hablé en público, cuando era recomendable hablar en privado. Hablé con personas con quienes hablar era indigno. Saludé a personas que por principio no se debía saludar. Hablé en un idioma que se consideraba enemigo. Hablé de temas sobre los que hablar era una falta de tacto. Callé haber sido testigo de un acto criminal. No hablé bien de los muertos. Hablé mal de ausentes. Hablé sin ser preguntado. Dirigí la palabra a soldados en servicio. Hablé con el conductor del ómnibus durante el viaje.

No respeté las reglas del idioma. Incurrí en errores idiomáticos. Usé las palabras a la ligera. Asigné a la ligera cualidades a las cosas. Asigné a la ligera palabras para describir las cualidades de las cosas. Contemplé el mundo a la ligera a través de las palabras con que había asignado las cualidades de las cosas. A cada cosa la definí a mi manera: A la tristeza la llamé oscura. A la locura la llamé lúcida. A la pasión la llamé ardiente. Al susto lo llamé pánico. A la fidelidad la llamé proverbial. Al pecador lo llamé pobre. A la confianza la llamé ciega. Al sentimiento lo llamé sordo. A la crítica la llamé constructiva. A la piel la llamé tersa. A los resultados los llamé palpables. Al diálogo lo llamé provechoso. A la discusión la llamé necesaria. A la opinión la llamé subjetiva. A la verdad la llamé profunda. Al instante lo llamé glorioso. A la guerra la llamé justa.

Me apropié de objetos. Obtuve la posesión y propiedad de objetos. Me apropié de objetos en lugares donde estaba terminantemente prohibido hacerlo. Me apropié de objetos cuya adquisición era antisocial. Justifiqué la propiedad privada de objetos cuando hacerlo era inoportuno. Declaré de propiedad pública objetos que era inmoral sustraer a la propiedad privada. Traté en forma descuidada objetos que debían ser tratados cuidadosamente. Toqué objetos que era antiestético y pecaminoso tocar. Separé objetos que no era aconsejable separar. No guardé la debida distancia con objetos que era necesario mantenerla. Traté a personas como cosas. Traté a animales como personas. Establecí contacto con seres con los que era inmoral tenerlo. Toqué objetos con otros que era inútil tocar. Traté con seres y objetos, con lo que era inhumano tratar. Hice contacto entre dos polos positivos. Tomé medicinas que debían ser utilizadas externamente. Toqué objetos en una exposición. Arranqué la costra de heridas a medio sanar. Toqué cables eléctricos colgantes. No certifiqué cartas que debían mandarse certificadas. No estampillé documentos que debían ser estampillados. No llevé luto cuando debía hacerlo. No me protegí la cara con crema solar. Trafiqué con esclavos.

Miré y escuché. Miré objetos que era vergonzoso mirar. No miré objetos que ignorarlos era falto al deber. No miré sucesos que era mojigato no mirar. No miré sucesos en la postura que era de rigor. No desvié la mirada ante sucesos cuando mirarlos era traición. Me di vuelta, cuando darse vuelta era señal de mala educación. Desvié la mirada, cuando hacerlo era cobarde. Escuché a personas, cuando escucharlas era falto de carácter. No miré a personas que estaban hablando conmigo. No miré a personas con las que estaba hablando. Vi películas no recomendables y rechazadas. Escuché informaciones contra el estado en medios de comunicación. Vi obras de teatro sin sacar entrada. Miré con insistencia a personas desconocidas. Miré al sol sin anteojos negros. Mantuve los ojos abiertos en el acto sexual.

Comí. Comí con gula. Bebí con exceso. Incorporé comida y bebida. Me engullí los cuatro elementos. Exhalé e inhalé los cuatro elementos. Comí en cualquier momento. No respiré de manera sana. Respiré aire viciado. Aspiré cuando hacerlo era dañino. Comí carne en días de ayuno. Respiré sin máscara de gas. Comí en plena calle. Aspiré gas de escape. Comí sin cuchillo y tenedor. No me tomé tiempo para respirar. Mordí la hostia con los dientes. No respiré con la nariz.

Jugué. Hice trampas. Seguí reglas contrarias a las convencionales. Jugué en lugares y épocas en que jugar era antisocial y anacrónico. Jugué con gente con las que era deshonroso jugar. Jugué con objetos con los que jugar era faltar al protocolo. No jugué en lugares y épocas en los que no jugar era poco sociable. Jugué con reglas, cuando jugar sin reglas era pecar de individualismo. Jugué conmigo mismo, cuando era un mandato humanitario jugar con otros. Jugué con poderosos con los que jugar era presuntuoso. No tomé algunos juegos en serio, mientras otros los tomé demasiado en serio. Jugué con fuego. Jugué con encendedores. Jugué con cartas marcadas. Jugué con vidas humanas. Jugué con aerosoles. Jugué con la vida. Jugué con los sentimientos. Me jugué a mí mismo. Jugué sin programa. No jugué en la temporada. Jugué con la inclinación al mal. Jugué con el pensamiento. Jugué con fantasías suicidas. Jugué sobre una superficie de hielo delgada. Jugué en terreno ajeno. Jugué con la desesperación. Jugué con mi propia desesperación. Jugué con mis genitales. Jugué con palabras. Jugué con mis dedos.

Vine al mundo con la carga del pecado original. Ya de entrada tuve inclinación al mal. Ya demostré mi maldad envidiando a mi hermano de leche. Desde mi primer día de vida no estuve libre de pecado. A los gritos me prendí de los pechos de mi madre. Sólo sabía mamar. Sólo sabía calmar mi avidez. No quise admitir racionalmente las leyes impuestas al mundo y a mí mismo. Ya fui concebido en la maldad. Ya fui engendrado en la maldad. Di rienda suelta a mi maldad destruyendo cosas. Di rienda suelta a mi maldad pisoteando seres vivientes. Fui desobediente por amor al juego. En el juego amaba la sensación de triunfo. Amaba escuchar historias fantásticas. Endiosé a personas. Encontré más placer en las naderías de los poetas que en los conocimientos útiles. Temía más a las fallas del habla que a los diez mandamientos. Sólo me dejé guiar por mi paladar. Sólo confié en mis sentidos. No demostré ningún sentido de la realidad. No sólo amé las malas acciones, sino también cometerlas. Lo que más me gustaba era hacer maldades en sociedad.

Amaba a los cómplices. Amaba la complicidad. En el pecado amaba el riesgo. No busqué la verdad. En el arte encontraba placer en mi dolor y en compadecerme a mí mismo. Gozaba mirando. No entendí la finalidad de la historia. No pensaba en Dios. No pensaba en el mundo. Para mí el mundo no se limitaba a la tierra sino a todos los cuerpos celestes. Fui autosuficiente. Sólo me preocupaba de las cosas mundanas. No hice ninguna cura contra la tristeza. No hice ninguna cura contra la pasión. No usé mi cuerpo como corresponde. No me enteré de los hechos reales. No sometí mi naturaleza carnal a la espiritual. Escondí mi verdadera naturaleza. Choqué contra la naturaleza de las cosas.

Exigí el poder en forma desprolija. Exigí dinero en forma desprolija. No me adapté a mi situación económica. Viví por encima de mis posibilidades. No me pude acostumbrar a mi situación económica. Formé mi vida libremente. No me superé a mí mismo. No me ubiqué como debía. Alteré el orden universal. No comprendí que el mal sólo es la ausencia del bien. No reconocí que el mal sólo es una alteración del orden. De mis pecados nacía la muerte. Por el pecado me igualé a la bestia en el matadero, que husmea la cuchilla con que será sacrificada. No opuse resistencia a los comienzos. No encontré el momento para poner punto final. Me hice una imagen del Ser Supremo. No quise hacerme una imagen del Ser Supremo. Eché tierra sobre el nombre del Ser Supremo. Sólo creí en los tres géneros de la gramática. Me persuadí a mí mismo que no existe un Ser Supremo, para no temerle. Busqué la oportunidad. No aproveché la posibilidad. No obedecí a la necesidad. No conté con el azar. No aprendí de los malos ejemplos. No aprendí del pasado. Me abandoné al libre juego de las fuerzas. Confundí la libertad con el libertinaje. Confundí la sinceridad con la crudeza. Confundí la obscenidad con la originalidad. Confundí el sueño con la realidad. Confundí la vida con un cliché. Confundí dominación con liderazgo. Confundí el amor con el impulso. Confundí la causa con el efecto. No respeté la conexión entre acción y pensamiento. No vi las cosas como son. Sucumbí al hechizo del momento. No consideré que la vida es prestada. Fui falto de palabra. No dominé el idioma. No negué el mundo. No reconocí a las instituciones. Fui un partidario del autoritarismo. Abusé de mi sexualidad. Busqué el placer como un fin en sí mismo. No estaba seguro de mí. Me cuestionaba. Desperdicié mi tiempo durmiendo. Quise detener el tiempo. Quise apurar el tiempo. Estaba en conflicto con el tiempo. No quería envejecer. No quería morirme.

No dejaba que las cosas se me adelantaran. No podía limitarme. Era impaciente. No podía esperar. No pensaba en el futuro. No pensaba en mi futuro. Vivía el instante. Era soberbio. Actuaba como si estuviera sólo en el mundo. No tenía buenos modales. Era obstinado. Era falto de carácter. No trataba de mejorarme. No hacía del trabajo una condición vital. No veía a Dios en cada pobre. No extirpé el mal de raíz. Traje hijos al mundo irresponsablemente. No ajusté mis diversiones a mi posición social. Busqué malas compañías. Siempre quería ser el centro de la atención. Pasé mucho tiempo solo. Estuve poco tiempo solo. Viví con exceso una vida propia. No consideraba la felicidad de todos los hombres como mi objetivo máximo. Privilegié el interés individual por sobre el interés colectivo. No entré en esa discusión. No seguí instrucciones. No me negué a cumplir órdenes injustas. No reconocí mis límites. No vi la conexión de las cosas entre sí. No hice de la necesidad una virtud. Variaba mis convicciones. No aceptaba enseñanzas. No me hacía cargo de nada. Me daba por satisfecho con lo logrado. Siempre me vi sólo a mí mismo. Cedí a insinuaciones. No me decidía entre una cosa y otra. No tomaba posición. Alteré el equilibrio de las fuerzas. Lesioné los principios generalmente aceptados. No cumplí con mi deber. No alcancé la meta fijada. Yo era para mí el uno y el todo. Pasé demasiado poco tiempo al aire libre. Me despertaba muy tarde. No barría la vereda. No cerraba puertas. Me acercaba demasiado a las jaulas. No dejaba libre las entradas. No dejaba libre las salidas. Tiré del freno de emergencia sin necesidad. Apoyaba la bicicleta en lugares prohibidos. Mendigaba y vendía cosas de puerta en puerta. No conservaba las calles limpias. No me sacaba los zapatos. Me asomaba fuera de la ventanilla con el tren andando. Trabajaba con artefactos eléctricos sin cortar la electricidad. Me presentaba sin previo anuncio. No cedía el asiento a personas minusválidas. Me acosté en una cama de hotel con el cigarrillo encendido. Dejaba canillas sin cerrar. Pasé noches enteras en bancos de plaza. Llevaba a pasear al perro sin correa. No le ponía bozal a perros agresivos. No dejaba en el guardarropas bastones y paraguas. Tocaba mercaderías antes de comprarlas. No cerraba los frascos después de usarlos. Pulvericé sobre llama con aerosol.

Crucé con luz roja. Caminé sobre autopistas. Caminé sobre vías del tren. No iba por el anden. No pasaba adelante en los tranvías. No usaba las manijas. Usaba el baño del tren mientras estaba parado en la estación. No seguía las instrucciones del personal. Encendía el motor de la moto en lugares prohibidos. No apretaba botones. Atravesaba las vías en las estaciones de ferrocarril. No retrocedía cuando llegaba el tren. Sobrepasaba la capacidad del ascensor. Perturbaba el silencio nocturno. Pegaba carteles en paredes donde estaba prohibido. Quería abrir puertas empujando, cuando había que tirar. Quería abrir puertas tirando, cuando había que empujar.

Merodeaba por las calles al caer la noche. Prendí luces durante el oscurecimiento. No conservé la calma en medio de un siniestro. Salí de mi casa en el toque de queda. Durante una catástrofe no me quedé en mi lugar. Pensé primero en mí mismo. Salí corriendo. Accioné señales de alarma sin motivo. Destruí señales de alarma sin motivo. No usé la salida de emergencia. Empujé. Pateé. No rompí la ventana con el martillo. Obstruí la salida. Opuse resistencia. No me detuve cuando me dieron el alto. No puse manos arriba. No apunté a las piernas. Jugué con el gatillo sin ponerle el seguro. No salvé primero a las mujeres y niños. No me acerqué a los que se estaban ahogando. Me quedé con las manos en los bolsillos. No me dejé vendar los ojos. No busqué esconderme. Ofrecía un blanco fácil. Fui demasiado lento. Fui demasiado rápido. Me movía.

No reconocí el movimiento de mi sombra, como prueba del movimiento de la tierra. No reconocí mi temor a la oscuridad, como prueba de mi existencia. No reconocí mi ansia de inmortalidad, como prueba de la vida después de la muerte. No reconocí mi hastío ante el futuro, como prueba de la nada después de la muerte. No reconocí la disminución del dolor, como prueba del paso del tiempo. No reconocí mis ganas de vivir como prueba de la inmovilidad del tiempo.

No soy lo que he sido. No fui lo que debía haber sido. No alcancé lo que debería haber alcanzado. No cumplí lo que debía haber cumplido.

Fui al teatro. Escuché esta obra. Dije esta obra. Escribí esta obra.

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